sábado, 31 de diciembre de 2011

Me fumé el sentido del ridículo.


Me esnifé la vergüenza y me tome un mojito cargado de humor. Al día siguiente tuve resaca, pero daba igual, ¿¡que coño importaba ya todo!? Estaba dispuesta a hacer lo que fuera, y con lo que fuera, me refiero a cualquier cosa. Así que cogí la jeringuilla, y me inyecte por vena algo llamado ''felicidad''.

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